viernes, 1 de mayo de 2009

El boleto (VII)

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La cervecería estaba casi vacía y los dos se dirigieron hacia la barra. Ocuparon los taburetes y Cúter le hizo el gesto al camarero de que sirviera dos. La televisión sonaba al fondo, con estrépito de tertulia acalorada. Eres una fascista. Y tú eres un cabrón. Con las jarras ya frente a ellos bebieron y permanecieron en silencio, ajenos a toda discordia intrusa. Ben sacó la cajetilla y fumaron sin decir palabra, dejando que humo y alcohol los envolviesen. Por fin, tras dar un nuevo trago, Cúter masculló:
-Me quedo tirao, tío. ¿Dónde voy yo con ciento cincuenta euros? La parienta me mata. O me mato yo, total...
-No hay que dramatizar, tú. Hay que ser positivos. Sin ir más lejos yo voy a sacar quinientos con las clases...
-¿Qué?... si tú dijiste mil quinientos... -se revolvió Cúter, mirando asombrado a su compañero.
-Dije -soltó Ben- Pretérito perfecto de indicativo del verbo decir, querido colega. Pero ellos dijeron otra cosa...
-¡Déjate de coñas!
-Eso es lo que hay.
Y los dos regresaron al silencio de nicotina y alcohol, del que los sacó el estruendo de las bolas de billar al ser activado el mecanismo de salida.
Ben se giró hacia el tapete verde.
-Por cierto, ¿recuerdas las tías con que estuvimos el viernes?
-Claro, una era profe...
-¿¡Cómo!?
-¿No recuerdas?, joder, sí que ibas ciego...
-...pero... ella no me dijo...
Ben sintió cómo una inyección de sentimiento humillado se desparramaba por todos sus conductos sanguíneos, cómo el presumible bochorno se aposentaba en sus músculos faciales y le hacía mostrar su expresión más apocada y ridícula.
-Bien... y ¿de qué hablamos, pues? -balbuceó, superando casi con dolor el tremendo espanto que le producían las posibles respuestas.
-Yo qué sé, tío, tú no hacías más que vacilar, que si más fácil que pajearse, que si magister por aquí, que si libro abierto, que si compendio de sabiduría...
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