lunes, 31 de agosto de 2009
Después hablamos...
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Fotografía
domingo, 30 de agosto de 2009
viernes, 28 de agosto de 2009
Se escapó un sueño...
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Fotografía
martes, 25 de agosto de 2009
Ubi?
y no verte,
y no oír esas palabras
de regreso
o desamparo.
La esperanza me reclama.
Apoyar la espalda en un sueño,
decir, aquí está permitido hacer garabatos,
declamar poesía,
beber copas brillantes,
responder con estrofas al silencio.
Acomodar los cansancios
y mirarnos todos,
también es posible,
decirnos fábulas y chismes,
brindarnos con la espuma desparramada.
Discutir embravecidos.
Hacer del barman uno de los nuestros,
y ampliarnos en la noche agónica,
ser eternos,
intercambiar infancias y canicas,
amores, oficios,
presentimientos y olvidos,
brújulas de arena y relojes,
bálsamos de astucia,
cálidos brebajes.
Y de espanto
obstinadas curas.
Y oir las miradas que nos marquen otro adiós.
Y comprender...
Y pensar,
y no ver,
y acudir
al reclamo,
como en trance.
Foto: jose rasero
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POESÍAS
domingo, 23 de agosto de 2009
Gran Pequeño Cañón
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Fotografía
sábado, 22 de agosto de 2009
Asonancia
Foto: jose rasero
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POESÍAS
jueves, 20 de agosto de 2009
lunes, 17 de agosto de 2009
Citas
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Obras no propias. Citas
viernes, 14 de agosto de 2009
Ínsula
no,
no es más que una mañana temprano,
una noche última,
una esquina en el bar de siempre,
no es más que dos brazos al aire,
sin abrazo,
pues.
La palabra que se acomoda en tu mente,
para no salir.
La sonrisa que ves que no ha sido,
que no es.
La calamidad que te rebota los tímpanos,
que se dibuja en tu iris.
Todo eso es.
O cuando caminas con la sensación de comprar un trozo de vida,
pregonando en tus pasos
la inmediatez
del deseo,
la puesta en escena que andas viendo,
con sus personajes,
el drama imaginado,
y por qué no, quizás,
un final feliz.
No es una isla,
no,
le dices,
y es cuando nacen miradas
en direcciones,
y tropiezan,
y no ven,
y es cuando tú sabes
que ya hay poco
que elegir,
porque crees que ya eso es todo.
No es una isla,
no,
no es una isla,
pues no es más que lo que soy,
yo,
le dices,
ya,
cuando el insalvable
bullicio.
.
.
Foto: jose rasero
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POESÍAS
jueves, 13 de agosto de 2009
Citas
.
Anónimo
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Foto: jose rasero
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Obras no propias. Citas
domingo, 9 de agosto de 2009
Cachorro
En casa de los Blanco nunca habían creído en la providencia. Nada de hados ni destinos programados. Todo lo que os deparaba la vida era en función del esfuerzo, del trabajo, de la energía con que cada uno se enfrentara a sus quehaceres.
Los Blanco son tu familia, y tú vives con ellos en las afueras de la ciudad. Aquella mañana te pasaste como otras veces por la casa de ella, en el centro. Querías saludarla, recordarle cuánto la querías. Besarla. Ella te recibió con un gran abrazo, y con los besos esperados. Después os acercasteis a la parte vieja, a tomar unos pinchos con los amigos. Allí estaban Tontxu, y Raquel, y Mikel. Las bromas y las risas os fueron envolviendo felizmente. Tú dijiste que invitabas a la siguiente ronda, y ella te besó de nuevo, orgullosa de ti y contenta de la vida, radiante en la mañana de domingo, que continuasteis como otras veces, visitando nuevos locales, invitándoos a nuevas rondas.
Fue en el tiempo de los cafés cuando tu móvil sonó. La primera vez miraste a ver quién llamaba, y dejaste sonar la melodía de la novena sin responder. Entonces ella te sonrió desde su sorbo caliente, y te apretó la mano bajo la mesa. Tú también bebiste de tu café, pero tu mano no fue recíproca con su gesto. Ni sonreíste cuando el teléfono volvió a sonar y, esta vez sí, respondiste a la llamada, sintiendo cómo su mano se desgajaba violenta de la tuya. La viste mirar con nubes en los ojos al infinito, cuando contestabas que sí, que en cinco minutos estabais allí. Y viste una mirada perdida y húmeda cuando guardabas el móvil en el bolsillo trasero de tu vaquero.
Mikel se levantó junto a ti y os despedisteis con frialdad. No hubo besos ni sonrisas ahora, y tú sentías su mirada clavada en ti mientras caminabais hacia el coche. Definitivamente aquello era algo que os convertía en dos seres antagónicos. Habíais hablado muchas veces de ello, las mismas que habíais dejado de hablar después. Lo mismo te sucedía con tu familia, aunque eso te importara menos.
Del maletero del auto sacasteis una mochila y os perdisteis raudos por las calles de la parte vieja. Cuando llegasteis al Boulevard erais unos diez. Fuisteis creciendo hasta un número de quince jóvenes que ocultaban sus facciones tras unos pañuelos.
El grupo, a la voz del cabecilla, comenzó a gritar consignas, y viste cómo se dirigían hacía unos cuantos contenedores de basura, los colocaban a lo ancho de la calzada, y en unos segundos ardían en bárbaras llamaradas que escupían una humareda asombrosa y negra.
Tú estabas inmovilizado por el pánico. Oías cómo los demás te insultaban, y viste a Mikel acercarse a ti para gritarte cagón de mierda y lanzarte un empellón que dio contigo en el suelo.
Desde allí, entre voces, humo y un aire tóxico que asfixiaba, pudiste ver cómo detenían un autobús, y tras bajar a conductor y pasajeros, lo convertían asimismo en hoguera humeante. Entre el terrible caos, los aullidos, las sirenas, pudiste sentir cómo te pisaban y pateaban al huir.
Cuando te pusieron las esposas y cerraron las puertas del furgón policial sabías muy bien que aquello no era cosa del destino.
Y que tenías que darte muchas explicaciones.
Los Blanco son tu familia, y tú vives con ellos en las afueras de la ciudad. Aquella mañana te pasaste como otras veces por la casa de ella, en el centro. Querías saludarla, recordarle cuánto la querías. Besarla. Ella te recibió con un gran abrazo, y con los besos esperados. Después os acercasteis a la parte vieja, a tomar unos pinchos con los amigos. Allí estaban Tontxu, y Raquel, y Mikel. Las bromas y las risas os fueron envolviendo felizmente. Tú dijiste que invitabas a la siguiente ronda, y ella te besó de nuevo, orgullosa de ti y contenta de la vida, radiante en la mañana de domingo, que continuasteis como otras veces, visitando nuevos locales, invitándoos a nuevas rondas.
Fue en el tiempo de los cafés cuando tu móvil sonó. La primera vez miraste a ver quién llamaba, y dejaste sonar la melodía de la novena sin responder. Entonces ella te sonrió desde su sorbo caliente, y te apretó la mano bajo la mesa. Tú también bebiste de tu café, pero tu mano no fue recíproca con su gesto. Ni sonreíste cuando el teléfono volvió a sonar y, esta vez sí, respondiste a la llamada, sintiendo cómo su mano se desgajaba violenta de la tuya. La viste mirar con nubes en los ojos al infinito, cuando contestabas que sí, que en cinco minutos estabais allí. Y viste una mirada perdida y húmeda cuando guardabas el móvil en el bolsillo trasero de tu vaquero.
Mikel se levantó junto a ti y os despedisteis con frialdad. No hubo besos ni sonrisas ahora, y tú sentías su mirada clavada en ti mientras caminabais hacia el coche. Definitivamente aquello era algo que os convertía en dos seres antagónicos. Habíais hablado muchas veces de ello, las mismas que habíais dejado de hablar después. Lo mismo te sucedía con tu familia, aunque eso te importara menos.
Del maletero del auto sacasteis una mochila y os perdisteis raudos por las calles de la parte vieja. Cuando llegasteis al Boulevard erais unos diez. Fuisteis creciendo hasta un número de quince jóvenes que ocultaban sus facciones tras unos pañuelos.
El grupo, a la voz del cabecilla, comenzó a gritar consignas, y viste cómo se dirigían hacía unos cuantos contenedores de basura, los colocaban a lo ancho de la calzada, y en unos segundos ardían en bárbaras llamaradas que escupían una humareda asombrosa y negra.
Tú estabas inmovilizado por el pánico. Oías cómo los demás te insultaban, y viste a Mikel acercarse a ti para gritarte cagón de mierda y lanzarte un empellón que dio contigo en el suelo.
Desde allí, entre voces, humo y un aire tóxico que asfixiaba, pudiste ver cómo detenían un autobús, y tras bajar a conductor y pasajeros, lo convertían asimismo en hoguera humeante. Entre el terrible caos, los aullidos, las sirenas, pudiste sentir cómo te pisaban y pateaban al huir.
Cuando te pusieron las esposas y cerraron las puertas del furgón policial sabías muy bien que aquello no era cosa del destino.
Y que tenías que darte muchas explicaciones.
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relato corto
jueves, 6 de agosto de 2009
Mis grandes autores
y una voz cariñosa le susurró al oído:
-¿Por qué lloras, si todo
en ese libro es de mentira?
Y él respondio:
-Lo sé;
pero lo que yo siento es de verdad.
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Ángel González
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Foto: jose rasero
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O. no pr. Grandes autores
miércoles, 5 de agosto de 2009
Pequeño reino
en tu reino,
que hago mío.
Con el son de la calma
cierta,
en la suntuosa ola que imaginas,
con el aire que nos brilla
las miradas,
en la espera de secar los pasos,
sin más,
con los reflejos ceremoniosos del día,
en el astro que cae o vuela
hacia el enigma
repetido
de su fin.
...que nacerá de nuevo en tu orilla pronunciada,
al contemplarlo todo,
como cuerpos dorados,
perfectos:
desde nuestro reino.
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Foto: jose rasero
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POESÍAS
lunes, 3 de agosto de 2009
En ese tiempo
cuando la música.
Cuando un beso a mar
nos lee
los corazones.
Cuando el silencio.
Cuando las palabras aguardan amables su turno,
para después.
Para cuando seamos enormes,
otra vez.
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Foto: jose rasero
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POESÍAS
Citas
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Manu Leguineche
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Foto: jose rasero
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Obras no propias. Citas
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