miércoles, 30 de diciembre de 2009


Foto: jose rasero

¡Por un 2010 de DIEZ!

¡Va por VOSOTR@S!

domingo, 27 de diciembre de 2009

Cosas de aquí - 7


Foto: jose rasero

*Me uno a la INICIATIVA de Felipe: el día 5 de enero un poema de MIGUEL HERNÁNDEZ en cada blog

Eureka!!! Es la puerta del antiguo obrador que existía en esta calle (La Rosa de Oro, 1928) El panadero lleva una pala en una mano con el pan y por eso necesita un contrapeso en la palanca para poder levantarla con la otra mano (Información de mi amigo Antonio Vargas)

Para mas información: aquí

viernes, 25 de diciembre de 2009

Minúsculos I (recopilación)








Tuvo una asociación de ideas. Rápidamente necesitó negociar con ellas.

César.
Se durmió en los laureles, y amaneció Emperador.


Hubo un día de perros en Hamelin. Los gatos marcharon. El flautista concertaba en la taberna, al resguardo. No quieran imaginar...



Parada en el camino
…reposar los pasos,
refrescar quimeras,
distraer
enigmas bajo el sol.




Estuve en una cita a ciegas,
y me anduve con cuatro ojos.



Llovía a mares
sobre el océano
de tu mirada.




Mató dos tiros
de un pájaro. Se hizo pacifista.




Estaba como una regadera
y los árboles, cómo no, le permitieron ver el bosque.




La infancia
es un buen lugar para vivir.
Sólo queda algo lejos.



Cuando despertó,
la mujer

había desaparecido.
El hombre se abrazó
desesperado
a un aroma
que desvanecía.


 Foto: Teresa García  Nieto

martes, 22 de diciembre de 2009

9 - Zoe






-Aquí estarás como un rey, chaval –fueron las palabras con que el Tasca recibió a Badián.

-No tengas miedo de estos cabrones. Son todos unos jodidos enganchaos. Pero son buena gente, ya verás. Tú estate tranquilo. Además, este lugar es como una cáp-su-la –subrayó el Tasca, según costumbre, las sílabas de su palabra importante.
-Cuando estés fuera nada de esto habrá pasado. Nada. Esta jodida mierda no importa un carajo. Lo que importa está fuera… pero, bah, qué cojones... Te presentaré a estos dos.
A su lado se sentaba Zoe -¿no era ese un nombre de mujer?, se preguntó Badián-,  un joven que combinaba en su porte el cuero de los roquers con la cabeza rapada de los skins, lo que producía de entrada un efecto algo turbador. Soy de Granada, indicó mientras mojaba un trozo de pan en el caldo de su plato. Lucía unos pequeños aretes en la nariz, unas orejas ribeteadas de piezas metálicas y mostraba con orgullo unos poderosos brazos tatuados con motivos satánicos. Tendría unos veinticinco años y su gran afición eran los juegos de magia, según confesó de inmediato a Badián. También le describió con desparpajo y gran detalle el quiosco de tabaco y chucherías que manejaba en su barrio, y que se había convertido en centro neurálgico de camellos y enganchados, lo que le facilitaba enormemente su acceso al polvo blanco, aseguraba.
-De calidad, ¿sabes?, que yo no me meto cualquier cosa… -apuntó, pasando la servilleta de papel sobre sus labios.
Era Zoe un hablador empedernido y ello lo llevaba a contradecirse varias veces a lo largo de una misma conversación, como comprobaría Badián más adelante.
Tras haberle presentado al joven granadino el Tasca hizo lo propio con don Jenaro, sentado justo frente a Badián.


*PRÓXIMA ENTREGA: MARTES 5 DE ENERO DE 2010


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Foto: jose rasero

domingo, 20 de diciembre de 2009

Un poco de información...


Papá Noel



El viejecito de ropas rojas y barba blanca que vemos en vísperas de Navidad en los centros comerciales de todo el mundo, se ha convertido en ícono cultural de la sociedad de consumo del tercer milenio. El mito del sonriente personaje que encanta a los niños, fue forjado a lo largo de los últimos diecisiete siglos, basado en la historia de un obispo que vivió en el siglo IV.
La ciudad de Mira, en el antiguo reino de Licia, actual territorio de Turquía, tuvo un prelado llamado Nicolás, célebre por la generosidad que mostró con los niños y con los pobres, y que fue perseguido y encarcelado por el emperador Diocleciano. Con la llegada de Constantino al trono de Bizancio —ciudad que con él se llamó Constantinopla—, Nicolás quedó en libertad y pudo participar en el Concilio de Nicea (325). A su muerte fue canonizado por la Iglesia católica con el nombre de san Nicolás.
Surgieron entonces innúmeras leyendas sobre milagros realizados por el santo en beneficio de los pobres y de los desamparados. Durante los primeros siglos después de su muerte, san Nicolás se tornó patrono de Rusia y de Grecia, así como de incontables sociedades benéficas y, también, de los niños, de las jóvenes solteras, de los marineros, de los mercaderes y de los prestamistas (también de las prostitutas y de la ciudad de Amsterdam, añado yo).
Ya desde el siglo VI, se habían venido erigiendo numerosas iglesias dedicadas al santo, pero esta tendencia quedó interrumpida con la Reforma, cuando el culto a san Nicolás desapareció de toda la Europa protestante, excepto de Holanda, donde se lo llamaba Sinterklaas (una forma de san Nicolás en neerlandés).
En Holanda la leyenda de Sinterklaas se fusionó con antiguas historias nórdicas sobre un mítico mago que andaba en un trineo tirado por renos, que premiaba con regalos a los niños buenos y castigaba a los que se portaban mal.
En el siglo XI, mercaderes italianos que pasaban por Mira robaron reliquias de san Nicolás y las llevaron a Bari, con lo que esa ciudad italiana, donde el santo nunca había puesto los pies, se convirtió en centro de devoción y peregrinaje, al punto de que hoy el santo es conocido como san Nicolás de Bari.
En el siglo XVII, emigrantes holandeses llevaron la tradición de Sinterklaas a los Estados Unidos, cuyos habitantes anglófonos adaptaron el nombre a Santa Claus, más fácil de pronunciar para ellos, y crearon una nueva leyenda, que acabó de cristalizar en el siglo XIX, sobre un anciano alegre y bonachón que en Navidad recorre el mundo en su trineo, distribuyendo regalos.
En los Estados Unidos, Santa Claus se convirtió rápidamente en símbolo de la Navidad, en estímulo de las fantasías infantiles y, sobre todo, en ícono del comercio de regalos navideños, que anualmente moviliza miles de millones de dólares.
Esta tradición no demoró en cruzar nuevamente el Atlántico, ahora remozada, y en extenderse hacia varios países europeos, en algunos de los cuales Santa Claus cambió de nombre. En el Reino Unido se le llamó Father Christmas (papá Navidad); en Francia fue traducido a Père Noël (con el mismo significado), nombre del cual los españoles tradujeron sólo la mitad, para adoptar Papá Noel, que se extendió rápidamente a América Latina.

La palabra del día  por Ricardo Soca

Foto: jose rasero

sábado, 19 de diciembre de 2009

Mis grandes autores










En tiempos de ignominia



En tiempos de ignominia como ahora
a escala planetaria y cuando la crueldad
se extiende por doquier fría y robotizada
aún queda buena gente en este mundo
que escucha una canción o lee un poema:
es el canto la voz y la palabra: única patria
que no pueden robarnos ni aun poniéndonos
de espaldas contra el muro.
Que nadie piense nunca:
no puedo más y aquí me quedo. Mejor mirarles
a la cara y decir alto: tirad hijos de perra
somos millones y el planeta no es vuestro.


José Agustín Goytisolo

Foto: jose rasero

jueves, 17 de diciembre de 2009

martes, 15 de diciembre de 2009

8 - Falta de melanina










Una de las mesas se hallaba completa y en ella observó a Rubí, riendo y devorando a un tiempo. En la otra, con dos sillas libres, era el Tasca quien llevaba la voz cantante.
Badián se acercó a la mesita en la que la enfermera aséptica esperaba junto a una gran olla y una fuente de ensalada.

-Coja su plato y cubiertos –indicó, fijando su mirada en el mueble de madera.
Badián fue allí y regresó con un plato hondo, cuchara y cuchillo, y los colocó sobre la mesita.
La enfermera aséptica, a la que Badián –observándola ahora con mayor detenimiento- achacó cierta falta de melanina, le sirvió entonces en el plato dos cazos de puchero y le inquirió si tomaría ensalada. Badián contestó que no y se acercó con su plato y cubiertos a la mesa del Tasca, que le había hecho un gesto para ello anteriormente.
Allí comió con apetito y pudo escuchar a unos y a otros. Sobre él mismo no tuvo por qué preocuparse, ya que, aparte las bromas del Tasca sobre su bella cara, nadie estaba interesado en inmiscuirse en la privacidad de los demás, a no ser que uno mismo quisiera hacerlos partícipes de ella. Era una especie de ley no escrita, aunque como comprobaría Badián al momento, casi todos acababan confiando sus cuitas a los otros, se podría decir poco más o menos que por pura necesidad.
Así pudo hacerse una idea, que se iría completando en días sucesivos, acerca de los tres compañeros de mesa.


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Foto: Natalia Bernárdez

lunes, 14 de diciembre de 2009

miércoles, 9 de diciembre de 2009

PREMIOS





Acabo de recibir el premio PRINCESS de manos de mi querida Reme. Aprecio muchísimo tanto este como los demás que he recibido. Han sido un HONOR y un gran ESTÍMULO.
Dicho esto, os pediría que en adelante no penséis en mí a la hora de otorgar PREMIOS. No es por nada en especial, pero como bien dice REME "Ca uno es ca uno", y en este caso, yo lo prefiero así.
(Eso sí: Se aceptan JAMONES  pata negra)
Gracias y besos a TOD@S!

martes, 8 de diciembre de 2009

7 - Hacia el comedor...






Badián Parra siempre se había visto a sí mismo como un desatino de la naturaleza, un renglón bien retorcido, una pifia divina.
Y probablemente lo fuera. Al menos en lo tocante al aspecto físico de su rostro, como ya hemos podido comprobar, y también a una mente, digamos, algo particular, quizás insólita, desarrollada con enraizada y tenaz naturalidad junto a ese revés de su fisonomía. Pero a pesar de ello, o precisamente por ello, cuando sus instintos oscuros y destructivos se lo permitían, o si acaso su nemotécnica terapia funcionaba, se mostraba definitivamente determinado a sacarle la mayor ganancia a su existencia. A no malograr el más mínimo asidero que ésta le brindara.
Y para ello Badián se atenía a los patrones clásicos, y así, la conjunción de las tres palabras mágicas conformaría por siempre la omnipresente finalidad de su incógnito porvenir.
Esta era pues su elemental filosofía de la vida a sus recién cumplidos dieciocho años, que él mismo definiría en la posterior sesión con la doctora Bermejo como un cúmulo de irregularidades, contradicciones e inconsecuencias existenciales, salpicadas de instantes gloriosos envueltos en ciertas aproximaciones a la belleza y a los gozos efímeros, todo ello anidando junto a unos padres igualmente irregulares, contradictorios e inconsecuentes, irrigados ellos con memorable tesón en procurar a su único vástago soplos de ternura, tolerancia y comprensión.
El acontecimiento de la mayoría de edad le había permitido tres días atrás abandonar felizmente, como ya vimos, la casa de sus progenitores en Barcelona, con la intención insensata de encontrarse, en la otra punta del país, con su amigo Cúter, quien le había hablado de una azarosa posibilidad de trabajo.
Resulta obvio que la puesta en práctica de los planes de Badián había comenzado con mal pie. Y que lo único cierto y tangible de aquellas oscuras peripecias (que aún él mismo no alcanzaba a explicarse, pues nunca antes se le fueron la mano y la cabeza de tal manera) era su estancia en la especie de hospicio o clínica benéfica que ahora lo acogía.
Y, no menos cierto y tangible era también, que en este pequeño e inquietante cosmos lo creían un enfermo, que él desde luego pensaba no ser.
Mas necesitaba ganar tiempo. Lo había perdido todo. No tenía dinero, sitio a dónde ir, nadie a quién llamar.
Así pues, recogió decidido aquel documento que descansaba sobre el lecho y le estampó la firma y rúbrica que autorizaban a la doctora Bermejo a iniciar con él aquel tratamiento de desintoxicación.

 

El horario de comidas lo leyó Badián en un viejo papel fijado a la puerta de la habitación con dos tiras de papel adherente. Hacía dos días que no probaba bocado.
Desayuno a las ocho, almuerzo a las dos y cena a las diez, leyó para sí.
Todas tenían lugar en una sala de la planta baja, guarnecida de frigorífico, un mueble antiguo con vasos, platos y cubiertos, una pequeña mesa donde se servía a cada cual la pitanza y otras dos más grandes con sillas para diez personas.
Cuando apareció Badián a eso de las dos y algo ya todos los comensales se hallaban sentados a la mesa y almorzaban animadamente.

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Foto: jose rasero

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Para empezar



Abro los ojos. Así. No más. Los alzo hacia  una línea de luz. Estás a mi lado. Quizá algún ave volátil planee sobre el lecho aún, o algún rastro alucinado persista en el laberinto del que voy saliendo. O sólo el techo allá arriba. Sin más. Lo observo. Con sus vigas de madera. Lejano y antiguo.
Ya casi aprecio el humor que vestiré hoy. Parece que el ánimo amaneció campante junto a mí. Doy tumbos como lelo por la galería de ventanas cerradas, y hay recuerdos que me salen al paso.
Anteayer me fijé en un señor viejito que cruzaba el paso de cebra, y su presencia me acompaña ahora. Le vi unos ojos pequeños que parecían no mirar nada. Y me miraban a mí.
Visito el aseo como arcaico rito.
Le di unas monedas al viejito.
Preparar café es un automatismo amable, como esperanzado. Salgo al balcón y vaticino. Aspiro el día y observo la vida vegetal: la hierbabuena, las hojas de incienso, esos tulipanes que se resisten a salir.
El aroma del café nos reúne en un beso temprano junto a las tazas. Nos recordamos la realidad, nos la reconstruimos el uno al otro, frente a la pantalla que susurra otros escenarios.
Ya dentífricos y frescos, nos besamos de adiós, y resbalamos por escalas o ascensores hacia el mundo.


(Versión en prosa del poema Amanece, que no es poco)

Foto: jose rasero

martes, 1 de diciembre de 2009

6 - Así están las cosas...















-¿Recuerdas algo más? -preguntó sin esperar respuesta  la doctora Bermejo.
Badián volvió a negar con la cabeza.
-Bien. En todo caso, y sea lo que fuese lo que te ocurrió, que para el caso nos da igual, puedes dar gracias de que te trajeran aquí. Estabas muy mal, chico. Por otra parte te recordaré que ayer lo pasaste en cama y no comiste nada. Por la noche te dejaste ver por la sala del televisor y te administramos un somnífero para que descansaras sin sobresaltos. Toma, esto es tuyo.
La doctora  le acercó a Badián su carnet de identidad y le informó tras ello de qué tipo de centro era aquel y de que necesitaba su permiso por escrito para iniciar un tratamiento de desintoxicación, si es que ese era finalmente su propósito.
-¿Quieres que nos pongamos en contacto con algún familiar?
Badián rechazó con rápidos y nerviosos movimientos de cabeza.
-¿¡Y mi dinero!?, ¿¡y mi maleta!?, ¿¡y mi móvil!?...
Las preguntas reventaron  el aire apacible de la habitación, como si un abalorio de miedos hasta ahora apagados hubieran estallado en el interior de Badián.
-Te hemos dado todo lo que había en tu poder cuando te recogimos. El carnet y la ropa. No tenías más. Así que ahora piénsate tranquilo lo que te he dicho. Aquí dejo el formulario.



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Foto: jose rasero