Ahora sé que aquella mujer jamás estuvo en mi habitación. Lo
descubriría al amanecer, cuando carecía de respuestas para mi rostro, para mi
mano, para nada, para nadie, todavía aturdido al otro lado del espejo. Del
agrietado espejo de un bareto recién amanecido al que entré para calmar mi
desconcierto. No había respuestas, pero sí una decisión. O un
agotamiento.
Continuar en CaoCultura
![]() |
Ilustración de Manuel Martín Morgado |