no hay
tregua
en el
aliento
indeciso
del ojo
que acabas
de sacarme.
no la hubo
cuando renuncié
a oír el
oleaje
de tus
piernas
sobre el
parqué.
tampoco fue
amable
la rendición
de mis pasos
a la
evidencia
de un sol de
agosto.
una
atmósfera turbia
envolvió mis
brazos
al sentir la
dentellada
descortés
de tus
palabras.
desembalado, baúl o huero
ayer
incluso
me llamabas.
y qué más da,
si no hay apéndice
para lamer
mi sangre.
y ahora que
soy
me dicen
aquel
monstruo con años
que
anhelabas,
ahora
solo alcanzo
a sorber
reflejos
de la charca
oscura.
En inquietante combinación.