Nada.
Eso fue lo que pudo escuchar Florencio Acurio a través de la puerta.
Eso fue lo que pudo escuchar Florencio Acurio a través de la puerta.
Nada a excepción de lo que pareció ser el colofón categórico a una discusión soterrada.
-¡Ni hablar!
Tras el grito, el silencio, pues aquel coincidió en el tiempo con los últimos acordes de la Suite.
Abordó Florencio con gran sigilo su retirada y, ante el temor de verse descubierto, se introdujo calladamente en el baño.
Desde tal lugar sí oyó a los otros dos salir de la habitación. Los escuchó atravesar el pasillo. Oyó el tintineo de las jarras de cerveza al chocar entre sí, quizá un brindis sellando un acuerdo. Algún comentario confuso. El silencio de nuevo.
Al fin, el incomparable y alegre Menuet de Boccherini le llegó con armónica claridad desde el salón.
Allí dentro, a solas en aquel territorio doméstico, se sintió a salvo, y también fue consciente del grado de embriaguez que había alcanzado.
La euforia de tan solo hacía unos instantes había dado paso de golpe a la fatiga física y a la confusión mental.
¿Qué estaba pasando con esos dos?
No estaba acostumbrado a beber, y mucho menos a fumar hachís.
-Menos aún a horas como estas, -se dijo en voz baja, apoyando la frente sobre el espejo del lavabo.
No podía pensar con claridad.
El cuarto de baño, amplio, luminoso, con cierto toque nórdico, o eso le pareció en esos instantes, se movía lentamente a su alrededor.
Hasta qué punto no estaría alucinando.
La historia de Luis era demencial, cierto, pero la reacción de Lucía sólo podría ser calificada, cuando menos, de sorprendente.
¿Y la suya propia? Salir tras los pasos de ellos. Intentar escucharlos agazapado tras la puerta, comportándose como un crío. Era vergonzoso.
Un rastro de lucidez pareció abrirse paso entonces en su mente, y decidió irse para casa, que es lo que debería haber hecho nada más salir del instituto, se recriminó.
Tras enjuagarse el rostro y despejarse algo, se secó levemente con una toalla, tiró de la cisterna con la idea de simular normalidad, y salió de la habitación.
En la sala no vio a nadie. Nada sonaba en el aparato de música, cuando de pronto, viniendo desde atrás, notó cómo Lucía le pasaba un brazo por el hombro y le estampaba un beso en la mejilla.
-¿Qué?, evacuando líquidos, ¿no?, pues hay que terminar las existencias –le dijo con la alegría impregnada de nuevo en su ser y acercándole una jarra llena de cerveza– Nos vamos...
Sin tiempo a preguntar Florencio se vio dando un largo trago de cerveza, vio a Lucía acercarse al equipo de música y hacer sonar el Cool and Collected de Miles Davis, y observó cómo Luis se había sentado en el sofá y preparaba otro liadillo.
Bajo la cadencia de piano y bajo en la introducción de So What toda la tensión de unos minutos atrás parecía haberse desvanecido.
Lucía se acercó a Florencio y lo abrazó levemente.
-Bailemos... -susurró, y los dos cuerpos iniciaron una danza casi estática en el centro de la sala, contoneando lentamente las caderas y girando sobre sí mismos con delicadeza.
Florencio intentó decir algo pero el dedo índice de Lucía se posó con levedad sobre sus labios, y entonces él cerró los ojos y se dejó mecer por el balanceo de la joven.
**La próxima entrega será el martes 21 de septiembre. ¡Gracias!
Donde se cuentan las ocurrencias de Badián Parra y Florencio Acurio
Foto: jose rasero