martes, 10 de agosto de 2010

41 - Las apariencias de Luis Lasanta






Florencio entró en su automóvil y permaneció unos segundos con los ojos cerrados.

Joder, ¡soy profesor! –exclamó para sí, como un niño al que han regalado zapatos nuevos.
Por su mente desfilaron su padre Nemesio, con quien se las tenía tiesas y no se hablaba desde hacía lo menos cinco años, y al que no sabía muy bien si esperaba ablandar con este triunfo o, simplemente, machacarlo,  su hermana Valentina, y su madre, la señora Candela, que eran con las que mantenía el contacto, y a las que quería mucho, en la lejanía.
Allá andarán en A Pobra, liados con La Bodega y peleándose unos con otros -rumió, deseando contarles la noticia.
Cuando estaba a punto de arrancar escuchó unos golpes en la ventanilla derecha. Se giró y vio a un tipo de su misma quinta, con el que ya se había cruzado en el interior del Instituto.
-¿Sí? -dijo Florencio bajando el cristal.
-Hola, esto... ¿vas al centro?...
-Sube.
El tipo subió al coche. Llevaba una carpeta negra y unos libros, al igual que Florencio, que colocó sobre sus piernas. Pero, de forma inversa a Florencio, vestía una ropa exquisita, pulcra, formal.
-Perdona, soy Luis –se presentó. Parecía un tipo muy serio, tanto o más que su indumentaria, con corbata incluída como complemento y símbolo de una determinada actitud ante la vida.
-Yo Florencio. Encantado. ¿Eres profe?
Luis Lasanta también era profesor. Llevaba un año en San Estanislao, donde entró nada más terminar la carrera de Historia. El director era tío suyo, por lo que el asunto  resultó sencillo.
Florencio arrancó el automóvil.
Durante el trayecto hablaron superficialmente de cosas como el instituto, los alumnos, los profesores, siendo Luis quien dirigía en todo momento las riendas de la conversación.
Cuando Florencio aparcó el coche en la Plaza de España y, ya fuera, se disponía a despedirse, Luis Lasanta lo invitó  a tomar una cerveza. Aceptó con gusto Florencio y se dirigieron a un bar cercano, instalándose en  la terraza soleada.
Con las dos cervezas por delante Luis encendió lentamente un cigarro, sin dejar un momento de mirar a Florencio y, finalmente, retomó el diálogo interrumpido:
-¿Tú a quién sustituyes? –formuló inquisitivo, en un tono que a Florencio le recordó a su tío, el director.
-No sé, al de Historia creo...
-Claro, claro, sustituyes a Francisco Laviades.
-Ah...
-Él también sustituía. Sí. ¿Sabes el porqué de su baja?
-...pues...
-Nódulos...–dijo Luis casi en un susurro, alterado de pronto al observar cómo entraba en la cafetería un grupo de gente, al parecer conocidos suyos.
-Bueno... esto... tengo que irme... -murmuró, acuciado por una precipitación repentina.
Se levantó con torpeza, visiblemente turbado, dejando sobre la mesa un billete de cinco euros. Entonces, al ir a despedirse, volvió a mirar fijamente a Florencio.
-...aunque... mejor, mira... vivo aquí al lado. ¿Subes?... sí hombre, sube y comeremos algo... vamos... larguémonos de aquí.
Florencio lo miró, a medio camino entre la sorpresa y la diversión, pensó que nadie le esperaba en casa y que, total, nada perdía con ello. Además, aquel tipo había conseguido picar su curiosidad, y, por otro lado, también podía ser una buena forma de celebrar su primer día de trabajo.
Así que se dejó arrastrar.
Luis Lasanta vivía en una callejuela junto a la Plaza de España, en una casa antigua, aunque con ascensor.
En la planta tercera introdujo una llave en la cerradura de una puerta pesada e invitó a pasar a Florencio.
La casa era grande y luminosa, con los techos altos y las vigas de madera.
-Es antigua, pero ha sido restaurada hace un par de años, junto a toda la finca...
La entrada era una habitación amplia, las paredes con estanterías repletas de libros, un sofá con una mesita delante con papeles, libros, revistas, discos, ceniceros... En frente había un equipo de música, un DVD, y un pequeño televisor, encajados en un antiguo y también restaurado mueble de madera. A la derecha del sofá se iniciaba el pasillo que comunicaba con el resto de la casa, y a la izquierda se abría un gran ventanal desde el que se contemplaba una espectacular vista de la Plaza.
Florencio pensó que aquella casa y, sobre todo, aquel despreocupado desorden no se ajustaban en nada a un tipo tan estirado y circunspecto como  el tal Luis.
-¿Tienes novia? –preguntó de sopetón éste, regresando desde las profundidades del pasillo, mientras introducía el cuello y los brazos en una camiseta de color violáceo con la leyenda Euskal Presoak, Euskal Herrira estampada en negro, y unos vaqueros cortados a la altura del muslo.
-No... yo... no... -balbuceó Florencio, cogido de improviso por la pregunta y observando alucinado la nueva versión de Luis. Definitivamente parecía haber abandonado en su habitación la pose de hombre serio y juicioso, cambiando la simbólica corbata por la, cuando menos turbadora, leyenda de la camiseta. Aunque, se interrogó Florencio, ¿qué pose se suponía que representaba ahora? ¿Qué coño significaba aquella nueva apariencia? ¿Quién diablos era ese tipo que tenía delante?
-Y entonces... ¿no follas?
-Bueno... pues... ya te digo... no tengo mucho tiempo ...entre los ensayos, tocar la flauta, preparar guiones para la radio, hacer el programa...
-Todo tiene arreglo...
-¿Y... tú? -contraatacó tímidamente Florencio.
-Bien, digamos que estoy en ello...
Y Luis se perdió en dirección a la cocina, que era la primera puerta a la izquierda que se abría en el pasillo.
-...que siempre estoy en ello... -se le escuchó como un eco continuar desde allí.
Regresó al momento portando una bandeja sobre la que había dispuesto una fuente con ensalada de lechuga y tomates, pan, chacinas variadas y tenedores. La colocó sobre la mesita del centro, volvió a marchar y retornó con dos grandes jarras de cerveza.
-Bueno chico, ¿por dónde íbamos?... –dijo, sentándose en el sofá junto a Florencio y dando un buen trago de su jarra.
- ...¿de qué te estaba hablando?...
-De nódulos –articuló un cada vez más atónito Florencio.
-Ah sí, claro, los nódulos en la garganta.


Donde se cuentan las ocurrencias de Badián Parra y Florencio Acurio

Foto: jose rasero

11 comentarios:

Dol dijo...

Me ha gustado mucho .
Y chico, cuánto se aprende contigo , esas esxpresiones..."con quien se las tenía tiesas"...

jaja.

Besos.

Mar dijo...

Yo que Florencio me habría largado ya de la casa del tal Luis. No me fío lo más mínimo de un tío con esos cambios tan contrapuestos. Y sobre todo cuando dice "... digamos que siempre estoy en ello... " Mira que si lo que pretende es abordar en ese sentido a Florencio, y Florencio sin entender... ¿pies, para que os quiero?

Bss.

Anónimo dijo...

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Miguel Baquero dijo...

Oppps, sospecho en que va a acabar todo esto. Espero que Florencio haya aparcado el coche cerca

Miguel Baquero dijo...

Oppps, sospecho en que va a acabar todo esto. Espero que Florencio haya aparcado el coche cerca

josé rasero dijo...

¡Seréis mal pensados!, o ¡Seréis bien pensados!

Gracias a tod@S!!

oliva dijo...

También me ha gustado.

Las apariencias engañan... pero tanto??
quien sabe a lo mejor Florencio le apetecía probar algo nuevo y diferente.

Vaya curso le espera al pobre profesor de lengua.

saludos.

ARIADNA dijo...

me quedo intrigada, que giros de historia cada que pienso se esta resolviendo algo se complica este Florencio no es de fiar yo creo que nada bueno saldra de él, un abrazp feliz fin de semana

Zayi Hernández dijo...

Eres un caso José, venía leyendo con toda la seriedad ceremoniosa y voy leo lo de "Entonces no follas?" y ya me puse a reir... No sé pero siempre he sospechado que se folla más cuando no se tiene novia...no sé, cosas mías.
Lo de la camiseta me ha dejado sospechando... será???
Un beso.

MBI dijo...

i n t r i g a d a...

Mercedes Ridocci dijo...

A mi también me ha picado la curiosidad.

Leeré un capítulo cada vez que pueda entrar en tu rincón.

Un abrazo