viernes, 3 de agosto de 2012

'Cámara oscura'



Hay libros que te persiguen incansables por todas partes, como si un halo vital los iluminara. Da igual que estés en casa, en el bus, navegando por Internet o frente al escaparate de una librería. Allí anda él, tenaz, haciéndote sorprendentes guiños. Son cosas que pasan, te dices. Pero el implacable acecho acabará por minar tu resistencia, hacer que te saltes el orden de lecturas que tenías en mente y que te rindas a la evidencia. Inevitablemente le hincarás el diente. Y es entonces cuando estarás perdido, igual que si en el desayuno engulleras a un duende torpe y borrachín que cayó dentro de tu taza.
Leyendo Cámara oscura (Paréntesis Editorial, 2010) no se me han puesto las orejas de elfo ni salivo ante crucifijos de oro pero sí he comprendido ciertas cosas. Por ejemplo, que la Literatura fantástica aún existe y que, de hecho, es muy actual: de ahí el hacer esta reseña en este apartado y no en el otro, el de “más allá”. También se ha acrecentado en mí la creencia de que la realidad casi nunca es lo que parece, y que siempre dependerá de factores la mayor de las veces ajenos a nosotros mismos. Así lo afirma Pilar Vera en una entrevista a Cristina Monteoliva: “En Cádiz hay una cámara oscura en la Torre Tavira: observas sobre una superficie blanca un reflejo de lo que sucede en la ciudad. A veces puedes “jugar” con la gente que ves pasear o tender la ropa y subirlos a un bolígrafo. Ese hombre cree estar caminando por el Campo del Sur, pero en otra realidad está encaramado a un boli Bic”.
Literatura gótica, fantástica, tradición oral, ciencia ficción: todas estas etiquetas y alguna otra se irán adhiriendo en tu frente al abrir y leer las páginas de Cámara oscura. Y es lo normal si ante tus ojos pasmados, entre brumas, castillos, pueblos misteriosos, se suceden historias de princesas, duendes, vampiros, sirenas o micólogos. Pero en el libro de relatos de Pilar Vera hay algo más. Y es algo inquietante. La sensación de que lo que te está narrando, si te fijas bien, no es tan fantástico; la impresión de que a ti te han ocurrido, en cierta manera, cosas muy cercanas; la sospecha de que el hijo del vecino esconde oscuras intenciones tras su mirada gótica. El quid nos lo da la misma autora en sus palabras a Cristina Monteoliva: “Lo fantástico te da las claves para interpretar la realidad o para deglutirla”.


Si uno ha perdido por los recodos del tiempo la mirada mágica de la infancia, la recuperará con este libro de relatos. Incluso puede que, si la perdió hace ya demasiado, se lleve algún sobresalto. Póngase las lentes adecuadas para comprender que en Praga hay un vigilante de Universidad de mucho cuidado y mundanas pretensiones, que los recuerdos nos aguardan agazapados tras el más imprevisto de los matorrales, que las princesas son muy suyas, que no podemos fiarnos de según qué objetos, que las bibliotecarias sí que saben qué cosa es un íncubo y que, ante todo, hay que mirar a conciencia en la taza antes de beber de ella.

Artículo publicado  en: Suite101




1 comentario:

Anónimo dijo...
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