martes, 16 de febrero de 2010

16 - Rubén Laslo






Madame Clora se acercó al viejo herido, observó cómo sangraba en abundancia por la nariz, le aplicó una gasa al apéndice enrojecido y dio órdenes de que trajeran una camilla.
Justamente cuando llegaban las enfermeras con el lecho portátil para el Tasca, sintió Badián que lo agarraban por el brazo, tirando con fuerza de él.
-Vamos. Salgamos a la terraza.
Quien realizaba tal gesto y decía las imperativas palabras era un joven alto, delgado, dotado de cierta elegancia natural, con un ensortijado pelo negro bajo el que ocultaba en parte una mirada incisiva y autosuficiente.
Cuando estuvieron los dos afuera, a solas en la pequeña terraza que daba al patio interior de la clínica, el joven cerró tras de sí la puerta corredera y apoyó una mano en la barandilla.
Con la mano libre extrajo un pitillo rubio del bolsillo interior de la chaqueta negra que vestía sobre una camisa blanca, y lo prendió con un mechero zippo, que resplandeció impregnando el aire de un leve olor a gasoil, sin dejar un momento de mirar desde detrás de sus rizos a Badián.
-Soy Laslo. Rubén Laslo –dijo al fin, acercando una mano que Badián le estrecharía con fuerza- Mis amigos me llaman gitano… pero tú, todavía, no eres mi amigo…
Tras esta afilada presentación apoyó ambos codos en la barandilla, contemplando vagamente el patio arbolado de naranjos y expulsando en volutas el humo hacia el exterior.
Badián, sorprendido y no sin alarma, observaba con silencioso detenimiento los movimientos de aquel tipo de esmerado porte y desnuda arrogancia al que hasta ahora, incomprensiblemente, no había prestado suficiente atención.
Claro que -rumió en sus adentros, recordando como en una grabación ralentizada las imágenes vividas desde la noche anterior- ese rostro aparecía invariablemente en todas ellas muy cerca de Rubí.
Sin más cuando, llegando precisamente desde aquel mismo balcón, ella se arrancó por bulerías y les regaló su baile salvaje; o al marchar todos en silencio tras tomar las píldoras de Madame Clora hacia sus habitaciones respectivas; y también sentados a la mesa almorzando; y hacía no más un instante, asistiendo al mágico espectáculo de Zoe. Permanentemente junto a Rubí. ¿En qué diablos habría estado pensando todo el tiempo para no reparar en él? Y en ello.
-No me gusta tu cara, chaval, aunque a eso, supongo que estarás acostumbrado–comenzó de nuevo Laslo, que había lanzado la colilla hacia el patio y hablaba sin mirar a Badián- Pero es algo que no tiene la menor importancia. Tampoco me gustaba la cara del Tasca y después de lo de ahora, tú verás. Y sin embargo, es un tío al que aprecio mucho.
Se giró entonces hacia Badián y posó levemente su mano diestra sobre el hombro derecho de éste, estableciendo entre ambos con su brazo una especie de barrera diagonal.
-A ti también podría llegar a apreciarte. Sí señor. Creo que eres un buen tipo… Pero hay cosas que no pueden ser… y que además, ya sabes, son imposibles…
La mano que apenas rozaba cordialmente el hombro de Badián se trasladó casi imperceptiblemente hacia su cuello y, de forma en todo inesperada, lo apretó de pronto con desmedida fuerza.
-Rubí aún no lo sabe. Pero está completamente enamorada de mí, ¿comprendes?
Y Badián, enrojecido por la falta de aire, comprendió. Las conjeturas apenas esbozadas en su mente encajaron perfectas en el puzle ahora resuelto de las imágenes, de Rubí y de la permanente cercanía de aquel tipo, con estas últimas palabras del mismo.
-¿Comprendes? –repitió Laslo en forma apremiante.
Y Badián alcanzó a emitir un sí ahogado y convulso que consiguió que aquella mano abandonara la terrible presión sobre su cuello.
-Buen chico –concedió Laslo, volteándose de nuevo hacia el patio y apoyando ambas manos sobre la barandilla.
-La quiero y, aunque  le gusta hacerse la difícil, acabará conmigo –predijo, llevando un nuevo pitillo a sus labios y prendiéndolo con el plateado zippo, el leve aroma a gasóleo flotando entre los dos.
Tras ello prosiguió hablando.
-Aclarada esta… digamos… espinosa cuestión… ya sabes… ella y tú seréis, ¿cómo te diría?, dos líneas paralelas –y Laslo dibujó en el aire dos surcos imaginarios- ¿comprendes?, eso es, dos caminos paralelos condenados a no encontrarse jamás… ¿ves?, pues bien, despejado este asunto ya podemos comenzar a hablar de futuro. Rubí, tú y yo.

*: para facilitar la lectura, e ir desde el principio hasta lo último publicado, a la derecha tenéis un enlace en el que podréis leer, releer, subir o bajar con mayor facilidad. Haced clic sobre la imagen justo encima de: "Donde se cuentan las ocurrencias..."

Foto: jose rasero

11 comentarios:

Mtx dijo...

No me cae bien este Laslo, no. ¿por que sera?. Deseando leer la continuacion.
Besos

Soledad Arrieta dijo...

Excelente José. Te felicito por tu capacidad para atrapar con una historia tan larga, no cualquier escritor lo logra. Esto tiene que trascender al papel en cuanto se concluya, casi obligatoriamente..
Cariños!

l'alia-du dijo...

no conocia esta faceta, me impresionas, un abrazo

Zayi Hernández dijo...

Ya me gustaba Badián...pero este nuevo personaje, no sé, me da buen rollo... y es gitano!!! que bueno!
Besitos.

Tempus fugit dijo...

Contundente Laslo... promete este nuevo elemento...

(esto promete futuro formato de novela)


un abrazo

Agustín Molina dijo...

Eso se llama "marcar territorio a la Laslo"!
Y bien por Badián, que le salió decir "sí", justo a tiempo.
Buen capítulo, josé.

Cris dijo...

Joe, qué seguridad en si mismos que tienen tus personajes...
Por aquí seguimos a evr que´ pasa...

Besitos!

ANRAFERA dijo...

Enhorabuena. Buen relato. Saludos.

Laura dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Laura dijo...

Increíble Jose.

En Barcelona te esperamos!
Besitos para ti también.

Belkis dijo...

Por error leí este capítulo después que el último, pero de todas formas entendí perfectamente la secuencia. Vaya amenza más sutil la de Laslo a Badián. Este crio tendrá que irse con cuidadín ya que la cosa no pinta nada fácil para él. Estupenda historia José.
Besitos