martes, 26 de enero de 2010

13 - Conversación en la biblioteca (II)




-Necesitaría buscar algo en el ordenador…
-¡Ja! Ni me mires. ¿Sabes?, ¿no te he dicho antes que llevo aquí diez años trabajando?, pues  ahora, y óyeme bien clarito, chico, te digo que quiero llevarme otros diez años más, ¿sabes?, y jubilarme en paz. Y no me pidas cosas que ni puedo, ni debo ni voy a hacer, ni por ti ni por nadie, chico. ¡Faltaría más! Olvídate. ¿Sabes?, la vida no es fácil, tengo un exmarido que es un cabrón, lo tengo bien alejado por el juez, pero sigue siendo un gran cabrón de carne y hueso que anda suelto por esas calles de dios, y además, y te lo digo bien clarito, que por su bien y por el mío que no se me acerque –prosiguió Madame Clora santiguándose con rapidez un par de veces- porque te juro que a ese cerdo hijoputa lo mato yo con mis propias manos antes que me ponga él una suya encima, aunque me busque la ruina, aunque me la pase podrida en una apestosa cárcel el resto de mis días, ¿sabes?... y una hija tengo también… qué te crees tú… con treinta y dos años… pero esa… bueno… así que en casa, y entérate bien, en mi casa no entra más que lo que me pagan aquí, ni un céntimo más… ¿sabes? y no lo voy a arriesgar todo por un niñato asustado con cara de chatarra… así que apáñate… por aquí cerca hay unos billares… ¿sabes?, y también tienen ordenadores de esos… tendrás que esperar…
Tras estas palabras Madame Clora volvió a sentarse.
Parecía otra mujer. Los demonios interiores, exorcizados con sus palabras, fluían ahora silenciosos por el sudor de las sienes, por el cansancio y paz que impregnaban a un tiempo la expresión de su rostro, por la mirada enrojecida, por las gotitas casi imperceptibles que humedecían sus lagrimales.
Miró el reloj de pulsera en su muñeca y, como aterrizando de nuevo en la realidad urgente, se alzó y comenzó a recoger las cosas de la mesa.
-Y ahora lárgate. Voy a cerrar, chico –emitió, recuperando la voz de mando y su expresión altiva.
Badián, que había asistido sobrecogido a las palabras de Madame, dio media vuelta y caminó hacia la puerta de salida.
-¿Cómo es que está usted en la biblioteca? –preguntó al pronto, volviendo la cabeza, con el pomo asido ya por su mano.
-Yo mando mucho aquí.
-¿Le gusta leer?
-Lo que me gusta es el silencio.
-Ah… –musitó Badián, esbozando una leve sonrisa y elevando una mano hacia la enfermera.
-Hala, hasta luego.

Deambulando de nuevo por los pasillos algo oscuros de la clínica la mente de Badián, siempre imparable y caótica, bullía ahora cual marmita en la que las interrogantes borbotearan perturbadoras y díscolas.
¿Qué había llevado a la doctora Bermejo a pensar que era él un enfermo? ¿Cómo no había detectado que lo suyo no pasaba de ser una mentecata y temeraria cogorza? ¿Por qué incluso el Tasca lo creía también, hasta el extremo de sentirse obligado a ser su ángel guardián? ¿Qué estaba ocurriendo para que erraran ellos el dictamen y no Madame Clora? Y, por otra parte, ¿qué hacía una biblioteca como aquella en semejante lugar, en el que ni siquiera se preocupaban por conservar el letrero de la misma? Y -y esto sí que lo martirizaba- ¿qué diablos había hecho él para verse envuelto en aquel laberinto de pesadilla, en aquella cápsula de locos?
Atribulado por tales cuestiones subió maquinalmente las escaleras que llevaban hacia la segunda planta y se dirigió por puro automatismo hacia la habitación número diez. Al entrar, al contrario que la pasada noche, se alegró de no compartir ésta con nadie.
Se descalzó y sin más se tumbó en la cama boca arriba, cerrando los ojos. Ubicado en la penumbra de la ceguera peleó con ahínco por desembarazarse de los enigmas que le sobrevolaban, de los miedos acechantes, de los lados oscuros que se abatían como depredadores insaciables sobre él, y dirigió sus pensamientos hacia lo que más podía reconfortarlo en aquel lugar, la imagen de la deslumbrante Rubí, la bella Rubí… y se dejó llevar por el recuerdo de sus faldas mínimas mecidas por el baile, por la evocación de los explosivos senos a punto de estallar bajo sus prendas… vaya, no he cogido ningún libro, recordó por un instante, sin emoción alguna… por la nostalgia temprana de aquella danza de giros generosos, por el regalo de los negros cabellos, por la memoria de la desnuda piel de sus hombros, por aquella voz de niña traviesa, ¿cómo te llamas?, sus risas desvergonzadas … su cante destemplado… y al compás de mi guitarra canto alegre este huapango, porque la vida la vida la vida es… un contratiempo…


*: para facilitar la lectura, e ir desde el principio hasta lo último publicado, a la derecha tenéis un enlace en el que podréis leer, releer, subir o bajar con mayor facilidad. Haced clic sobre la imagen justo encima de: "Donde se cuentan las ocurrencias..."


Foto: jose rasero

11 comentarios:

Soledad Arrieta dijo...

NO no, es impresionante como vas JOsé. Es muy admirable, me encanta.
Muchos cariños!

ARIADNA dijo...

Tanto para nada¡¡ vivir una pesadilla y quedarse sin libro, pero bueno tiene la imaginación y a Rubi en ella con eso puede hacer magía... besos

Pluma Roja dijo...

Yo sigo aún con la lectura, a ratos me pierdo, pero al empezar la lectura retomo. Continuaremos.

Saludos cordiales,

Hasta pronto

Mtx dijo...

cada vez mas enganchada. un placer leerte. besos

Agustín Molina dijo...

Mirá como mostró su lado humano la que parecía tan durita!!
Realmente gustoso de leerte, José!!

merce dijo...

Uuuuhhh!!!entré por casualidad...y no pude dejar de leer hasta el final, me dá la sensación que las palabras y tus pensamientos e imaginación fluyen facilmente y atrapan.



Me gustó, un beso José

Sue dijo...

Un poco borde la bibliotecaria, pero va a ser que la entiendo un poco.
Muy buena historia... cómo sigue?

Cris dijo...

Ay, pobre mujer...
Bueno, pobres los dos.
Seguimos.

Tempus fugit dijo...

¡Qué afición tienen algunas personas por contar su vida! O por meterse en la de los demás :)
Badián... no sale de ésta.



un abrazo

Zayi Hernández dijo...

Me ha gustado tu madame Clora, es una deslengüada como alguien que conozco...;). Una parte que me ha gustado mucho es cuando Badián se tumba en la cama, haces una descripción tan buena que viví el momento.
Un besito.

Belkis dijo...

Interesante mezcla de personajes los que se encuentran en este extraño lugar. Yo creo 100% eso de que de tonto, poeta y loco todos tenemos un poco, pero es que son locos todos los que están dentro y sanos todos los que están fuera???? Vaya paradoja!!!!
Excelente José.
Un beso