martes, 19 de enero de 2010

12 - Conversación en la biblioteca (I)






La enfermera-jefe apartó su mirada de las páginas couché que permanecían abiertas sobre la mesa, abandonó los lentes y posó sus ojos altivos en Badián, que se mantenía cual efigie a la entrada de la habitación, petrificado ante aquella concluyente realidad que le caía encima.
-Vamos, acércate –emitió la voz castrense de la enfermera, cuyo inflamado rostro parecía ahora suavizar su habitual gesto desdeñoso.
Badián comenzó a andar hacia ella de manera insalvable, como si alguna misteriosa energía lo impulsara a ello, empujado por un género de horizontal atracción gravitatoria.
Cuando estuvo junto a la corpulenta mujer, ella cruzó lentamente sus brazos robustos, lo examinó con detalle y parsimonia de inspectora, fijó su mirada en los alarmados ojos de Badián y, para mayor perplejidad de éste, explotó en unas sonoras carcajadas que retumbaron como truenos entre las paredes de la biblioteca.
-¡Míralo!, si podrías ser mi hijo…–exclamó al cabo, secándose con el dorso de la mano las lágrimas de las risas.
Badián se sintió en ese instante tan inmensamente desvalido como una extraviada criatura en el infinito del cosmos. Cual cucaracha pisoteada, pensó, y se vio a sí mismo a punto de desintegrarse ante aquel ser colosal que lo avergonzaba dolorosamente al apuntar la potencial maternidad, y el evidente y sonrojante equívoco que con ello evocaba.
Confirmó así una vez más su cristalina fragilidad y hubo de hacer notables esfuerzos para no echarse a llorar sin consuelo allí mismo, a lágrima tendida, frente a aquella mujer desorbitada.
-…y las madres no se acuestan con sus hijos para según qué cosas –concluyó Madame Clora, ahora con un suave tono de reproche en su voz.
Badián reaccionó ante la inesperada y bochornosa situación poniendo en marcha casi inconscientemente su particular terapia repetitiva, convirtiendo sus pensamientos en circuito cerrado de voces, de ecos envolventes, de palabras que bailaban en círculos sin fin, y que, irremediablemente, terminaron por abrirse camino al exterior.
-…este miedo difuso, esta ira repentina,
estas imprevisibles y verdaderas ganas de llorar… este miedo difuso, esta ira repentina…
-Pero ¿qué leches hablas chico? ¡Calla ya!–cortó Madame Clora aquella incomprensible letanía de palabras, uniendo a su grito imperativo un estrepitoso manotazo sobre la mesa.
-¡No sé qué cosa te pasará a ti, chico, pero desde luego no es aquí donde se cura lo tuyo!
Madame Clora se había puesto en pie y ahora daba pasos lentos alrededor de Badián, como inspeccionándolo de nuevo, al tiempo que le hablaba en tono elevado.
-Son diez años ya viendo pasar todo tipo de gentes por este lugar, ¿sabes? Toda clase de personajes han entrado y salido de aquí, y han vuelto a entrar y a salir, y a entrar y a salir, y así… ¡qué sé yo, muchacho!, ¡lo que no habrán visto estos ojos que dios ha de llevarse! Jovenzuelos como tú, viejos chocheando que no podían ni con sus arrugas, putas de todos los colores, señoronas más putas que éstas, y buenas mujeres también, claro, y hombres, ricos, pobres, y maestros, y abogados, y camioneros, y políticos, y barrenderos, y hasta un chino que nos llegó una vez, aunque ese no volvió nunca más, y mancos, y tuertos, y maricones, y muertos de hambre, y señoritingos… yo qué sé, de todo, ¿sabes? Y te digo una cosa, chico, tú no eres uno de ellos. ¡Ni hablar del peluquín! Si lo sabré yo. Yo a ellos se los veo en la cara. Se los leo en la mirada. Los huelo al lejos. Lo llevan escrito, ¿sabes? … Y tú no, chico. Tú sólo estás asustado, y no sabes qué hacer…
La estupefacción de Badián ante aquel contundente y acertado diagnóstico ejerció sobre él, paradójicamente, un efecto balsámico. Le invadió una cálida sensación de sosiego al saberse reconocido, desenmascarado por aquella mujer que en minutos había pasado de ser una depravada amenaza sexual a convertirse en posible y cordial cómplice en aquel absurdo lugar.
-Tengo que salir de aquí… –balbuceó Badián, cuya opacidad para comunicarse con los demás, ese muro de cristal que lo separaba tortuosamente del mundo exterior, parecían deshacerse ahora milagrosa y repentinamente ante aquella inesperada compañera.
-¿Para qué diablos firmaste entonces los papeles?
-No tengo dinero, ni tengo a dónde ir…
-Ya. Pues cinco días aquí no te los quita ni dios. Es lo menos que tardan con el suero. Y hasta entonces no te permitirán poner un pie en la calle.

*: para facilitar la lectura, e ir desde el principio hasta lo último publicado, a la derecha tenéis un enlace en el que podréis leer, releer, subir o bajar con mayor facilidad. Haced clic sobre la imagen justo encima de: "Donde se cuentan las ocurrencias..."

Foto: jose rasero

10 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Sigo con la lectura, esto ya se convirtió una gran novela ¿verdad?

Saludos cordiales,

Hasta pronto.

ARIADNA dijo...

NOOO¡¡ yo creo que si se queda se vuelve loco¡¡¡
Que desesperación¡¡
un abrazo

Mtx dijo...

Cuantas veces la vida nos muestra cuan débiles somos. Que fácilmente nos tambaleamos.
La lectura me tiene atrapada.
Besos.

Zayi Hernández dijo...

No sé yo si Badián va a aguantar tanto... te apuesto tres a una que se quita las agujas y se va!!!!...ese Badián me parece a mi que no mostrará debilidad.
Un beso.

Tempus fugit dijo...

La cosa va ganando en interés... estos cinco días pueden ser interesantes.... este Badián nos va a sorperender...

un abrazo.

Sue dijo...

Badián... nunca escuché antes ese nombre. Puede convertirse en nuevo mito literario sin duda.

Belkis dijo...

Pobre Badián!!!!! Cuantos como él son sólo presas del miedo, del pánico a enfrentar la vida. Creo realmente que está en ese sitio por un grave error o precisamente por su falta de valor y voluntad para encontrar una salida. Está muy pero que muy bien esta historia José. Creo que de seguir su curso se convertirá en novela.
Espero con ansias el martes para leer la continuación.
Un abrazo muy cariñoso

Laura dijo...

Yo también me alegro de conocerte! Me gusta tener lectores que saben de lo que hablo.

Un besote Jose!

Mary dijo...

Permitir que ocupe un trocito de vuestro espacio, para deciros que un compañero bloguero vuestro a conseguido cumplir un sueño…A publicado su primera novela “LA MACULA PURPURA”…Pero para que ese sueño se cumpla del todo, esa novela tiene que ser leída…estuvo mucho tiempo en un cajón y ahora tiene que salir de su ivernación,espero la camaradería de todos vosotros, estoy segura que a todos vosotros os gustaría cumplir un sueño como este, y os puedo asegurar que no hay nada más satisfactorio que ayudar a que ese sueño se cumpla…vuestro compañero es… salmorelli.blogspot.com

LA MACULA PURPURA…Tiene todo lo que un lector aprecia de una novela…Mafia, iglesia, poder, ambición, amor, y sobretodo lealtad.

Perdonar y gracias.

QUE TODOS VUESTROS SUEÑOS SE CUMPLAN!!!!!!!!!

Mary.

Soledad Arrieta dijo...

Excelente José. Me había perdido esta parte, ahora sí puedo saltar a la siguiente. Que creatividad muchacho, me encanta!
Muchos cariños!