miércoles, 29 de julio de 2009

Síndrome

Siento la necesidad de escribir esto. No sé qué palabras escoger. Ni siquiera sé qué decir, en realidad. La sensación de dolor me abruma a veces demasiado. Pero se pasa. Todo es una locura. Toda esa gente ahí fuera.
El tiempo es algo que ya no vuelve, irrecuperable, que se va entre mis manos. Que se fue. Un reloj de arena que no puedo detener. ¿Para qué preocuparse entonces?
¡Pero qué felicidad hubo! Cuando el mundo era un agua transparente y cálida por la que las cosas sucedían amables, con una lógica que respondía al cumplimiento de los sueños. El sueño de amar. María. Aún la puedo ver azorada entre las sombras de la noche, tras unas rocas de la cala veraniega, en un sur en fuegos artificiales, cuando yo buscaba su desnudez con torpeza, y con torpeza teníamos nuestro primer contacto, acaso nuestro primer te quiero.
Ya digo que la lógica marcaba el devenir de las cosas. Los sueños se hacían realidad ante nosotros, con la naturalidad de lo que tiene que ser, y ya arropábamos en los brazos a Alba, nuestra pequeña.
Mi trabajo en la oficina no me ofrecía más satisfacción personal que la de poder costearnos una vida digna, con una calidad suficiente. No llenaba otro tipo de expectativas. Claro que yo no había deseado otra cosa en todos mis años, ninguna otra posibilidad se abrió paso jamás entre mis sueños.
Tenía todo lo que quería.
Era un sábado de enero y cumplía cuarenta años. Teníamos familia y conocidos como para hacer una celebración en su justa medida. En nuestro pequeño jardín recibí regalos, y comimos y sonreímos desahogados. Los invitados marcharon y María me besó en la boca. Alba se unió a nosotros con su abrazo y su cabeza escondida entre mis piernas. Esa noche permanecí a solas en el jardín antes de ir a la cama. Soy feliz, me dije. Quedé pensando en ello un buen rato. Después volví a hablarme. Pero ya no tengo sueños.
Desde entonces parece que se inició la mudanza. Cuando uno duerme mal no puede conciliar los sueños, se dice. Y en esas andaba yo. No quise preocupar a nadie, y a nadie comenté las nubes grises que se cernían sobre mi ser. En el trabajo nada cambió, si exceptuamos el hecho de que mi rendimiento comenzó a dejar bastante que desear. Vaya expresión. Dejar que desear.

Cuando volvía a casa María siempre preguntaba si ocurría algo y yo siempre respondía que en absoluto. Pero desatendí la ayuda a Alba en sus deberes. Y me sentaba en el sofá, frente al televisor. Aunque no veía los programas. En realidad sólo pensaba una cosa. Ya no tengo sueños. Y eso era lo que rompía la lógica de mi vida.
Pero a la vida le da igual que tú seas un gilipollas sin sueños y sin lógica. Cuánto más a tu superior. Cuantísimo más a tu empresa. Recogí mis cosas sin hacer mucho ruido. Dije adiós sin abrir la boca. Me acerqué a la oficina de empleo y esperé mi turno con paciencia. Más exactamente diría que esperé, sin más. Al salir de allí era un desempleado oficial.
No dije nada en casa, por lo que tuve que ocupar el tiempo de la oficina en algo. Para disimular. Así que vagaba por las calles de la ciudad haciendo tiempo estúpidamente. Tampoco pensaba en buscar trabajo. No deseaba nada. Esa capacidad tan humana se había agotado en mí.
María seguía preocupada, y no tardó en comprender. Los ingresos habían disminuido, claro. Quiso hablar conmigo, pero yo la rehuía. Me avergonzaba ver a Alba. Comencé a no regresar a casa algunas noches.
Primero dormí en pensiones. Después decidí, o más bien, hice. Yo no decido nada. Alquilé un pequeño apartamento bien lejos de Alba y María. Eso era todo. No había más.
Pasaba todo el tiempo allí, bueno, aquí, que es donde estoy, y donde escribo esto. Sólo salgo para comprar. Comida y ropa. Con eso me basto. Llevo cerca de dos meses viviendo así. Y he vuelto a pensarlo. Soy feliz. Aunque no tenga sueños. Es por eso que no entiendo por qué llaman a la puerta con esos golpes. Dicen que son los vecinos, pero he visto tras los visillos que en la calle hay policías, y ahora han llegado los bomberos. ¿Por qué querrán derribar mi puerta? Si soy feliz. Si tengo todo lo que quiero. Comida y ropa.
Por toda la casa.

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Foto: jose rasero

18 comentarios:

Reme Ballesteros dijo...

MUY COBARDE, DIRIA YO, SI MIRAMOS FIJAMENTE EL EDIFICIO, ESTÁ LLENO DE RAJAS, PERO NO SE CAE, SIGUE DE PIE.
LAS COSAS EN LA VIDA NO SON FÁCILES, PARA UNOS MÁS QUE PARA OTROS, PERO NO SON FÁCILES, Y HAY QUE LUCHAR MIENTRAS TENGAS UN ÁPICE DE VIDA.
HAY UNA MUJER Y UNA NIÑA, ELLAS LUCHARAN, EL HA SIDO UN COBARDE.

Reme Ballesteros dijo...

PERDÓN, OTRA VEZ YO.
COBARDE, IRRESPONSABLE, Y ENCIMA ES FELIZ CON SU ABANDONO Y SU MISERIA.
VES? EGOISTA!
SOLO LE IMPORTA EL, NI FAMILIA, NI VECINOS... PORQUE EL QUE TIENE UN VECINO QUE ACUMULA BASURAS, ES HORRIBLE.
UNO PUEDE SER FELIZ SIN MOLESTAR A NADIE.
JO! ME ENRROLLAO MUCHO, CREO, JAJAJA
ES QUE ME HAS PUESTO NEGRA, EN ESTE TEMA, Y TENGO MIS MOTIVOS....

LA ZARZAMORA dijo...

No seré yo quien juzgue a tu personaje. Cuando se pierden los sueños se replantean muchas cosas.
Uno intenta recuperarlos.
Tras el letargo, la pérdida (que puede manifestarse de mil maneras, como la depresión suya) siempre se renace de alguna forma. Siempre he pensado que el ser humano tiene un instinto de supervivencia bestial. Espero la segunda parte, porque la habrá ¿no? :=)
Tu relato, engancha.

Besos.

Alejandro Ramírez Giraldo dijo...

Ah, me gustó. Hay una cierta nostalgia y desesperanza en la narración que me gusta.

Un abrazo.

Zayi Hernández dijo...

nunca he sido de finales felices... eso se nota y quizás por eso, me ha gustado mucho la historia...la realidad es eso...no hay más...cuando se pierde la esperanza y los sueños...lo único que queda es la risa del ahorcado...el sobrevivir...
Bravo, lo lograste a la perfección!
besitos.
(la palabra a verificar es "mamation"....debe ser una reencarnación de alguna... mejor me callo;))

Cris dijo...

A veces hacemos cosas que no podemos explicarnos el motivo, y mucho menos explicárselo a los demás.
Y la felicidad... qué caprichosa.

Besos.

fran dijo...

conocí a una persona que cayó en un estado de abatimiento similar al que tú relatas,pero este se unió a un circo ambulante, llegando a ser primer trapecista manco del circo de Leningrado,siendo aclamado en el mundo entero... e incluso por su familia.

josé rasero dijo...

Evidentemente se trata de un enfermo. Saludos Reme!

Bueno Eva, no tenía previsto seguirlo, ya veremos
Un beso!

josé rasero dijo...

Lo celebro Alejandro. Un abrazo!

Zayi, explícame lo de verificar una palabra, me perdí Besos!

josé rasero dijo...

La felicidad, como la vida en sí, son muy caprichosas, sí, al menos en apariencia Besos Cris!

Jajaja buena historia Fran!
Un abrazo, amigo!

lanochedemedianoche dijo...

Lamentablemente la vida que es sabia nos recoge cuando las fuerzas ya no nos asisten, pero los sueños siempre se van, se alejan nos dejan como en un vacio difícil de llenar, los años nos alejan o somos nosotros mismos quienes no alejamos de los sueños, no soy quien, pero vivir sin sueños es imposible, me encanto tu relato muy interesante y reflexivo.

Besos

Unknown dijo...

Diógenes era muy digno

josé rasero dijo...

Hola y bienvenida medianoche!

josé rasero dijo...

Hola, La idea. Sí, la dignidad era una de las características del cínico Diógenes

Belkis dijo...

El sueño nace con la esperanza de querer algo y muere con la desilusión de no poder conseguir lo que tu anhelas, entonces viene el abandono, el corazón se vuelve insensible, llega el desamor. Para recuperar la alegría de vivir solo hay que enfocarse en las cosas más pequeñas, estar abierto a los cambios y empezar a ver las cosas desde otra perspectiva; es decir, debe haber un cambio de actitud hacia la vida, acompañado por un cambio en el comportamiento, aunque sea pequeño, pero constante. Se debe fortalecer la esperanza, la creencia de que todo va a resulta bien, y sobre todo la fé.

Muy buen relato con el que estoy segura se puede identificar más de alguno. Gracias por compartirlo.

Muchos besos

josé rasero dijo...

Gracias a ti por tus palabras, Belkis, que siempre me aportan algo positivo
Saludos!

Edu dijo...

Narración circular sencillamente... perfecta!No falta ni sobra nada, bien meditada y bien planteada. El personaje, en cambio,deja "un poco que desear": no sabe afrontar la vida, no sabe que la felicidad es tan sólo un espejismo para el que no estamos preparados. Es condición humana la preocupación y el sufrimiento y el intentar salir de ellos continuamente se convierte en la búsqueda de la felicidad. El personaje, sencillamente, huye de la vida, sabe que jamás se adaptará.¿ o sí?...Tal vez es esta pregunta la que debería hacerse, la de que todo es posible mientras vivimos...
Chapó amigo de hace 32 años...

josé rasero dijo...

Hombre, bienvenido a la nave, Edu!
El personaje surge de la lectura de algunos casos de síndrome de Diógenes, es una mezcla. En el relato es una síntesis metafórica de ellos
Saludos de nuevo!