martes, 21 de septiembre de 2010

45 - De exposición

Los tres llegaron abrazaditos, algo inestables en su andar y con grandes risas a la antigua nave industrial reconvertida en espacio cultural situada en las afueras, que era el objetivo de su salida.
Durante el trayecto en autobús Lucía había avanzado a Florencio aquello que se disponían a ver. Una exposición colectiva de un variado grupo de jóvenes artistas gaditanos. Fotógrafos, escultores, pintores. Y, para la ocasión, un peculiar grupo llamado Orquestina en Blanco, que hacía versiones  disparatadas de temas heterogéneos y algo peculiares que servían –según sus propias palabras- de hilo musical en todo tipo de eventos.
-Un lugar... grande –dijo Florencio mirando a derecha e izquierda al entrar en la nave, que se hallaba ocupada por grandes paneles en los que se exponían las obras fotográficas y pictóricas y que conformaban entre sí una especie de laberinto, salpicado éste en su recorrido por obras escultóricas de diferentes materiales y tamaños.
Aquello se encontraba atestado de un gentío variopinto y ruidoso y Lucía y Luis se vieron rodeados al instante de conocidos que los besaban y abrazaban con gran alboroto.
Florencio se separó de ellos, se inmiscuyó entre la masa y comenzó a recorrer aquellos meandros de arte, tropezando con unos y con otros. El azaroso periplo le llevó a una barra donde se servían bebidas y cosas para picar. Consiguió hacerse un sitio y esperó paciente a que algún camarero le prestase atención. Mientras aguardaba escuchó con curiosidad a unos jovencitos a su lado comentando entre chanzas el extraño caso de una mujer norteamericana que se había quedado embarazada estando ya embarazada.
-Sí, chicos, es un fenómeno conocido como superfetación... -explicó el flamante docente de forma delatoramente trabada.
Los jóvenes, tras mirarlo y aguantar unas risas, no le prestaron mayor atención y Florencio, agarrando el güisqui que acababan de servirle, se dijo que mejor así.
-Estos niñatos podrían ser alumnos míos...
Desde aquella posición en la barra se dominaba perfectamente el escenario, y desde allí vio subir a éste a un curioso grupo musical formado por un violinista, un saxofón, un guitarra, una teclista y un batería. Toda la banda vestía de un blanco impoluto y mostraban anudadas bajo el cuello de sus camisas sendas pajaritas negras.
Sin presentación alguna comenzaron a interpretar con un sonido moderado y de forma muy libre el tema de una antigua serie televisiva, Embrujada, y, efectivamente, nadie pareció hacerles caso alguno, mas ellos continuaron impasibles a lo suyo, llevando a cabo su particular concierto ambiental, a la manera, en cierto sentido, reflexionó Florencio, de la música de mobiliario de Erik Satie, aquella compuesta específicamente para no ser escuchada.
El grado de ebriedad de Florencio se extendía ya por su riego sanguíneo sin compuertas que pudieran detenerlo, y su mente era un revoltijo de felicidad y pasmo.
Pertrechado con su vaso largo continuó deambulando al alegre son de los Picapiedra, observando no sin cierta dificultad visual las relevantes muestras del arte contemporáneo gaditano.
Fue acercándose al escenario y al estar a unos metros comprobó que conocía a los músicos de la banda. Incluso había tocado con algunos de ellos. Les mandó un saludo que estos le devolvieron cordialmente.
Tras ello continuó su errática ronda hasta que de pronto tropezó con alguien, a quien del golpe tiró el vaso de cerveza. Al ir a disculparse vio que se trataba de un rostro conocido.
-Alicia...
Alicia era una especie de amiga, una conocida muy cercana, una enamorada de los sones de la flauta de Florencio, o quizás de algo más.
-¡Hola Florencio! –gritó la chica, saltándole al cuello y soltándole un sonoro beso en los labios.
Ella también andaba algo achispada, y agarrándolo de la cintura se puso a caminar sin más con él. Le contaba atropelladamente sus vacaciones en el norte, en Oviedo, una preciosidad, con sus monumentos, su estatua de Woody Allen, el monte Naranco, y muy limpia, una ciudad muy limpia.
-Y tú ¿qué tal? –inquirió con grandes ojos ansiosos.
Florencio le balbuceó como pudo las nuevas noticias sobre su condición de profesor.
-Vaya, ¡eso es estupendo! –y Alicia le volvió a estampar otro acústico beso en los labios.
-Podríamos celebrarlo en mi casa, es aquí cerca, y tú estás ya bastante cargadito... y además me lo debes, ¡me has tirado mi cerveza!...
Justo en ese momento apareció ante ellos con hiperbólica sonrisa, Lucía, blandiendo un cubata en su mano derecha, y la palma abierta en la izquierda, que colocó sobre la espalda de Florencio.
-Pero, ¿dónde andabas, hombre?, ando un rato buscándote como loca...
Un turbado Florencio intentó presentar a las dos chicas, pero, para su mayor pasmo, resultaron ser viejas conocidas.
-Hola Lucía –saludó Alicia en un tono de evidente desagrado.
Las miradas que se regalaron la una a la otra delataban una mutua y lejana antipatía.


Donde se cuentan las ocurrencias de Badián Parra y Florencio Acurio

Foto: jose rasero

7 comentarios:

Tempus fugit dijo...

Voy a tener que hacer una lectura retrospectiva... me he perdido un poco... no obstante, la escena promete "final feliz" :)



un abrazo

Mar dijo...

Verás si se queda Florencio sin pillar...

Bss.

Anónimo dijo...

...¡que se vaya con Alicia!

Bss

oliva dijo...

No sé con quien quiero que se vaya... tal vez, podía probar cada mes con una, aunque creo que a Alicia ya la conoce algo más que a Lucía.

Al menos Florencio tiene un par de amigos nuevos, con una rica vida social y cultural que le proporcionara muchas distracciones... muy agradable tu lectura.

saludos.

josé rasero dijo...

¡Gracias a tod@s!

Belkis dijo...

Siempre lo cortas en el mejor momento Jose. De que se conocen Lucía y Alicia? Con cuál de las dos se irá Florencio?
Pues a esperar el siguiente capítulo. Tatatatan
Un abrazo Jose

Mercedes Ridocci dijo...

Fluida lectura, porque fluido es "tu escribir"
Final que nos deja en ascuas.
Espero que cuando vuelva por "tu casa" (y perdóname si tardo),esté desvelado el misterio.

Otro abrazo